Wednesday, August 09, 2006

Resurrección

El desierto. Una pirámide (sólo la puerta) se ve en el fondo. Enfrente, una piscina diminuta (como para una persona tumbada) llena de un líquido marrón.
Penumbra, es de noche o está anocheciendo. Sombras.
Una burócrata, con aspecto eficiente y frío, está de pie junto a la piscina. Da órdenes a Juan, un hombre mayor vestido de cura de los de antes.

BURÓCRATA: Ponla ahí. No, más a la derecha… así. Está un poco torcida, ¿no?. Ajá. Ya está. Trae el cáctus.
CURA: ¿El de higos?
BURÓCRATA: No, nada de higos hoy.
CURA: (Refunfuñando sale por la puerta de la pirámide) Nada de higos… (Se le oye trastear de vez en cuando en el interior del templo).
BURÓCRATA: No refunfuñes, Juan. A mí tampoco me gusta esto. (Con intensidad) Es sucio. Odio lo sucio, ya lo sabes; bastante trabajo tenemos habitualmente como para estar ocupados en resolver una anomalía de imposibilidad aparente.
JUAN (En off): Sí, ya lo sé.
BURÓCRATA: Date prisa.
JUAN (En off): Ya voy, ya voy… es que estaba tapado por una mierda de… cama elástica o algo así. (Sale por la puerta arrastrando un cáctus)
BURÓCRATA: Bien, ponlo por aquí. Así está bien.
JUAN: ¿Lo traigo ya?
BURÓCRATA: Espera que revise la instalación. (Se gira y abarca el espacio escénico con la mirada, comprobando. Suspira) Muy bien, ve a por él.
JUAN: De todas formas esto es estúpido. Sabes que nunca conseguirá aprender.
BURÓCRATA: Claro que lo sé. No hay claves, todo es confuso, no hay patrones ni lógica… pero es el procedimiento.
JUAN: Pero esto…
BURÓCRATA: (Cortante) Supongo que no estarás poniendo en duda el procedimiento.
JUAN: ¡Pues claro que lo pongo en duda! Y a ti te gusta tan poco como a mí.
BURÓCRATA: No me gusta nada esa actitud, Juan. Mantengamos al menos las apariencias. Además, el procedimiento es una forma perfecta de retrasar el fracaso.
JUAN: ¡Claro! Es un proceso infinito.
BURÓCRATA: (Sonríe sin humor) ¿Desde cuándo te preocupa el infinito? En fin… cuanto antes empecemos…
JUAN: Sí, sí. Ya lo traigo. (Sale por la puerta de la pirámide)
BURÓCRATA: (Mirando la piscina) Odio esto. (Pausa) Lo odio.

Aparece Juan llevando en brazos una figura dormida. Es Lázaro, un joven vestido de monaguillo. Lo deposita en la arena con cierta ternura y se retira un poco. La burócrata se coloca en el interior de la puerta, con el rostro en penumbra.

BURÓCRATA: ¿Todo listo?
JUAN: (Con los ojos cerrados y una intensa mueca de concentración) Todo.
BURÓCRATA: Bien. Empecemos…
JUAN: ¡Despierta, Lázaro! (Da una palmada y Lázaro se despierta de golpe, con los ojos totalmente abiertos, sin tránsito desde el sueño a la vigilia. Una luz intensa y fría le ilumina el rostro)
LÁZARO: ¡Ah!
JUAN: Mira a tu alrededor, Lázaro.
LÁZARO: ¿Dónde estoy?
JUAN: En tu interior… todo es desierto en tu interior, ya lo sabes…
LÁZARO: Desierto…
JUAN: (Muy solemne y autoritario) Responde ahora, Lázaro, y no equivoques la respuesta… mira qué grande, qué inmensa, qué absoluta, ¡qué limpia!
LÁZARO: Sí, pero… ¿el qué?
JUAN: ¡Responde!
LÁZARO: ¿A qué? ¿Cuál es la pregunta?
JUAN: ¡La palmera, hijo, la palmera!
LÁZARO: (Terriblemente asustado) La palmera, sí, es cierto, la palmera es grande, la palmera es absoluta, limpia…
JUAN: ¡No!
LÁZARO: ¿No?
JUAN: (Zarandeando a Lázaro de los hombros) ¡No, no! ¡Nunca! ¡No!
LÁZARO: Pero tú dijiste…
JUAN: ¡Herejía! ¿Dije? ¡Dije!
LÁZARO: Sí, dijiste que…
JUAN: ¡Vives en e pasado! ¡Imbécil! La cuestión no es esa, nunca ha sido esa y lo sabes muy bien. Así no ha funcionado ¡nunca!.
LÁZARO: Pero…
JUAN: (Más amable) La cuestión es, hijo, la cuestión es… ¿qué diría yo ahora?
LÁZARO: ¿Ahora mismo?
JUAN: Sí, ahora mismo.
LÁZARO: Pues…
JUAN: ¡Ya!
LÁZARO: Eh…
JUAN: ¡No pienses!
LÁZARO: Pues…
JUAN: ¡Busca en tu interior!
LÁZARO: Yo…
JUAN: ¡Ahora!
LÁZARO: ¡¡Cáctus!!
(Pequeña pausa)
JUAN: ¡¿Qué?!
LÁZARO: Cáctus. Cáctus ardiente, frío, sensible… (se acerca al cáctus y lo acaricia) qué tierno, qué suave, qué duro, qué limpio…
JUAN: ¿Limpio?
LÁZARO: Completamente. Impecable. Del todo.
(Pausa)
JUAN: (Abatido) Me decepcionas.
LÁZARO: (Idem) Como siempre.
JUAN: Como siempre. (Pausa) (Despectivo) Podrías haber dicho cualquier otra cosa… ¡cielos!... un cáctus nada menos… ninguna vergüenza… ninguna… (con asco) cáctus.
LÁZARO: Pero es que aquí no hay más que…
JUAN: ¡No me hables de lo que hay o no hay!
LÁZARO: Pero esto es…
BURÓCRATA: (Interrumpiendo, mientras sale de la penumbra) ¡Suficiente! Yo seguiré ahora.
JUAN: (Asombrado) ¿Tú? ¡Pero tú no…! No debes…
BURÓCRATA: No se te ocurra cuestionar mi autoridad, Juan. Estoy harta de esperar y harta de tu incompetencia. Apártate. A ver, Lázaro… ¿qué ha sido esta vez?
LÁZARO: No sé.
BURÓCRATA: Lázaro…
LÁZARO: ¡En serio! Ese es el problema, que no sé.
JUAN: ¡Es imposible enseñarle, ya lo verás! De todas formas, es superior a mis fuerzas. Estoy cansado y no avanzamos nada.
BURÓCRATA: Eso déjame juzgarlo a mí.
JUAN: Como quieras, pero sigo diciendo que perdemos el tiempo.
BURÓCRATA: De acuerdo, observación registrada. A ver, Lázaro.
LÁZARO: ¿Sí?
BURÓCRATA: Otra vez.
LÁZARO: (Abatido) Otra vez.
BURÓCRATA: Tienes que fijarte bien, Lázaro… (solemne) Admira su forma, su sabor, qué textura de aluminio orgánico… ¡las cifras, Lázaro, las cifras! ¡La limpieza!
LÁZARO: (Mirando a la palmera, absorto) Limpieza…
BURÓCRATA: ¿Dónde estás mirando?
LÁZARO: Pues… a… a la palmera…
JUAN: ¡Herejía! ¡Herejía! ¡Nunca, no, nunca! ¡no la palmera, por Dios, nunca, nunca! ¡No!
BURÓCRATA: ¡Ya es suficiente, Juan! ¡Retírate!
JUAN: ¿Pero has oido…?
BURÓCRATA: Lo haré a mi manera. ¿Entiendes? ¡Largo!
JUAN: Pero las otras…
BURÓCRATA: ¡No me hables de las otras! ¡Vete ya!
JUAN: (Sale, murmurando) Herejes… Palmera…
BURÓCRATA: (Cierra los ojos, suspira, los vuelve a abrir) A ver, Lázaro.
LÁZARO: (Estallando) ¡Déjame! Ya lo sé, nunca aprenderé, nunca podré volver a la vida, siempre aquí, siempre, la palmera, el cáctus, la luciérnaga, el gusano, la sombra… ¡Déjame! ¡Dejadme todos! No quiero seguir intentándolo.
BURÓCRATA: No tienes elección y lo sabes. No quieres seguir, pero lo harás, vaya si lo harás. Te empeñas en llevar la contraria porque te asusta saber que eres una anomalía… pero aprenderás, Lázaro. Tu fracaso no está contemplado.
LÁZARO: ¡Pero es imposible!
BURÓCRATA: Sí, eso es cierto.
LÁZARO: ¿Qué?
BURÓCRATA: Es imposible. Imposible, absurdo e inútil.
LÁZARO: (Alucinado) Pero, entonces… entonces yo…
BURÓCRATA: Seamos realistas, Lázaro. Tú estás muerto y eso no hay forma de volverlo atrás. Estás archivado de forma definitiva en un expediente sellado y limpio. ¡Limpio, Lázaro! ¿Lo entiendes? ¡Limpio!
LÁZARO: ¿Limpio?
BURÓCRATA: ¡Sí, Limpio! Y, de pronto, una orden extraoficial, una sucia solicitud sellada que se salta todos los controles y te pretende mandar de nuevo a la vida. ¡Nos vuelve locos, Lázaro! Pero es una solicitud que no puede ser destruida ni ignorada, una sucia pesadilla que nos altera los balances, los archivos, las cifras, la limpieza… Tiene que conseguirse lo imposible, así que debes resucitar. (Le coge la cabeza y le hace mirar la piscina) Esto de aquí representa tu expediente. Debes atravesar toda esta suciedad y llegar limpio al otro lado.
LÁZARO: ¡Pues déjame entrar de una vez!
BURÓCRATA: (Lo detiene, agresiva) De ninguna manera. No se puede ignorar el trámite, su perfección, su inevitabilidad, su limpieza… Para entrar deberás hacer lo imposible, entender lo impensable ¡y lo harás! Concéntrate de una vez ¿quieres? ¡Concéntrate!
LÁZARO: Ya no sé lo que quiero.
BURÓCRATA: Eso me da igual. Yo tengo un procedimiento que seguir y lo seguiré, entres o no. Podemos seguir así eternamente, aquí no hay tiempo, Lázaro, pero debes intentarlo o se romperá la cadena.
LÁZARO: ¿Y si me niego?
BURÓCRATA: No está contemplado. Bien, vamos allá de nuevo, fíjate bien esta vez, disfruta de sus matices, el tamaño… ¿lo ves, Lázaro? La perfección de su movimiento, el ritmo de su figura, el olor… ¡La limpieza!
LÁZARO: No, no sé.
BURÓCRATA: ¡Desde luego que no! Es maravilloso, su extensión, su proyección metafísica, su delirio…
LÁZARO: (De pronto, muy sereno) Lo veo…
BURÓCRATA: (Sin hacer caso) … la forma en que se desliza por tus sentidos, su tibieza, el susurro de sus ondulaciones…
LÁZARO / BURÓCRATA: … la dulzura de su color…
BURÓCRATA: (Asustada) ¿¡Cómo!?
LÁZARO: … el suave parpadeo de su intervalo, la luz, su sombra, su inevitable progresión…
BURÓCRATA: ¿Qué haces? ¡Para!
LÁZARO: … su perfecta sincronía, la progresión de sus armónicos…
BURÓCRATA: ¿Cómo haces eso? ¿Cómo…? ¡Es imposible!
LÁZARO: Leo tu mente.
BURÓCRATA: ¡No! ¡Esa no es la forma!
LÁZARO: Tu procedimiento ha fallado. Conozco la respuesta, pero tú no has hecho la pregunta.
BURÓCRATA: Esto no puede estar sucediendo.
LÁZARO: Estás sucia.
BURÓCRATA: ¡No!
LÁZARO: Sucia, equivocada, tachada, emborronada, traspapelada…
BURÓCRATA: ¡Cállate! Quiero salir de aquí, yo no merezco este castigo, no es justo…
LÁZARO: Ahora empiezas a ver claro.
BURÓCRATA: ¿Quién eres tú?
LÁZARO: Tú guía. Debes volver.
BURÓCRATA: ¿Yo? Pero…
LÁZARO: ¡Calla! ¿No quieres salir de aquí?
BURÓCRATA: Sí, pero…
LÁZARO: ¡Pues entra, entonces!
BURÓCRATA: ¿Dónde?
LÁZARO: ¡En la piscina, zorra estirada! Sumérgete hasta lo más profundo de esta piscina de mierda y ahógate entre tus sucias lágrimas! (La Burócrata va entrando, como en trance) ¡Entra y olvídate de tu nombre! ¡Entra y deja atrás tu cuerpo impecable! Inunda tus oídos con la mierda y pudre tu mirada entre las heces. ¡Devora la fetidez! ¡Vuelve! ¡Regresa! (La burócrata desaparece dentro de la piscina)
(Pausa, Lázaro se sienta al borde de la piscina y cierra los ojos, agotado. Al poco, Juan sale de la pirámide caminando con cansancio)

JUAN: ¿Ya lo has hecho?
LÁZARO: Sí.
JUAN: (Abatido) Otra vez…
LÁZARO: Sí. Ésta ha sido difícil.
JUAN: No te entiendo, Lázaro. Conoces la respuesta, sólo tienes que decir una palabra y volverás a la vida.
LÁZARO: No quiero volver.
JUAN: Pero…
LÁZARO: (Mirando a la piscina) Me dan mucha lástima. ¿Te has fijado? Mantienen el personaje más allá de la propia muerte… ¡les impregna completamente el espíritu! Es de locos.
JUAN: ¿Por qué haces esto, Lázaro?
LÁZARO: No lo sé. Quizás cuando lo averigüe, deje de hacerlo.
JUAN: Dios te oiga.
LÁZARO: ¿Dios? Ten cuidado, tú también empiezas a creerte tu propio personaje.
JUAN: Venga, salgamos de aquí.
LÁZARO: Sí. Apesta.

OSCURO Y FIN

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