Sunday, September 21, 2008

Manos

Oscuro. Muy oscuro. Silencio. Total. Un poco de luz, apenas nada. Penumbra y sombras. Frío. De pronto, una voz empieza a escucharse desde un punto indeterminado de las tinieblas, moviéndose al tiempo que resuena. Alrededor todo son escombros y ángulos negros.

PERPETUO: ¿Dónde está? ¿Dónde? Ah… No. Ya no está. Lo había olvidado. Todo se olvida. Y sin embargo… no, aquí tampoco. (Suspiro) ¿Cuánto más durará? ¿Yo? ¿Cuánto más? Y eso que hace ya… ¿cuánto hace ya? ¡Ah! (suspiro) Tanto. Tanto tiempo. Tanta… oscuridad.

(Aparece Perpetuo, como un animal reptante. Ansioso, pero cansado. Muy cansado.)

¡Mis manos! Ah. Tenía manos. Sí. Manos. Buenas manos, sí; podían cambiarlo todo, podían fabricar cosas, destruir cosas, acariciar con suavidad y convertirse en susurros, golpear con furia y desgarrar el tiempo, calentar, calentarlo todo, calentar la piel, la piel de… de… (Suspiro) Éramos tantos. Tantas manos. (Agresivo, de pronto) Demasiadas.

¿Qué es esto? ¡Oh! ¡Oh! ¡No puede…! ¡Sí! ¡Oh! Vaya… hacía tanto tiempo, tanto tiempo, tanto… ¿Funcionará aún? A ver…

Perpetuo toca algo y se ilumina la escena, siempre una luz pobre, quizás un cenital desnudo. Luz natural, sin filtro.

PERPETUO: ¡Oh! ¡Vaya! Qué recuerdos… Luz. La luz. El calor. (Sonríe) La sonrisa. ¡Ah! Mis manos. (Pausa) Ella. Era hermosa. Creo que era hermosa. Sí. Eso recuerdo. Hermosa. Cálida, también era cálida y tierna; rozaba mi mejilla con tibios bucles mientras me abrazaba. Reía. Sí. Eso recuerdo. Producía un bonito sonido, un sonido muy bonito, muy cantarín. Dulce. Muy dulce. Como… ¿qué era? (suspira) Ah. En fin… (parpadea, algo molesto por la luz. Muy neutro) Peiné sus bucles y empezaron a rozarme los ojos, su calor a pegarse en mi piel y su risa a chirriar incesante en mis oídos. Ella… ¿Era ella? Sí. Supongo que era ella. ¿Quién si no?

Apaga la luz. Pausa.

Otra vez

Vuelve a encenderse la luz, pero ahora tiene un filtro azul.

¡Ah! Te recuerdo… Recuerdo… Recuerdo el mar. El aire. Respirar. El sonido. Sentado en la orilla, podías escuchar cómo la espuma jugaba a enredarse entre las piedras; las risas de las gaviotas intentaban arrancar una lágrima al horizonte; el viento me contaba mentiras en voz baja… ella gritaba mi nombre a lo lejos. Ella. ¿Otra? Sí. Pero ella. Sus besos eran húmedos bajo el frío sol, pero encendían mi cuerpo como no podía hacerlo llama alguna. Nunca sabía qué pasaba detrás de sus ojos azules; reían, lloraban, suspiraban y ardían de deseo sin intervalo ni aviso; tan espontáneos como sus canciones, me hacían sentir como un feliz barquito de papel en el lugar donde se juntan las corrientes. Su voz… era… Ah. (suspira) En fin.(Parpadea, de nuevo incómodo ante la luz) Desnudé sus besos y se calcinaron bajo el frío sol, sus ojos cambiantes se cerraron, monótonos… y su voz se perdió entre la espuma de la orilla sucia. Mis manos… ¿Fueron mis manos? Ah. En fin…

Apaga la luz. Pausa.

Una vez más

Se enciende de nuevo con un filtro verde.

¡Oh! ¿Y esto? ¿Qué era esto? ¡Ah! ¡Esto! ¡Por todas partes! ¡Sí! ¡Por todas partes! Respirabas y sentías cómo los pulmones sonreían de placer, el rocío brillaba en perlas de ámbar, el olor… y el sonido… ¡Oh! El sonido era lo mejor; nunca se detenía, ni de día ni de noche, siempre, siempre. Pájaros, insectos, roedores, risas, gruñidos, gritos, jadeos… vida… Vida. Oh. En fin. (Parpadea. Incómodo) Lo comprimí todo, el aire se hizo más espeso, el rocío se llenó de escarcha y de los sonidos no quedó más que un grito exánime que destrozaba los oídos. Haciéndome llorar. Nunca me gustó llorar. Nunca. Oh. (suspira) Vaya.

Oscuro. Pausa.

Hay más

De nuevo luz, esta vez roja.

¡Ah! ¡Tú! Tú de nuevo. Cuando ya estaba todo perdido, cuando el gris se nos pegaba a la piel y se nos caía el pelo en mechones cenicientos, cuando la saliva nos juntaba los labios en una mueca eterna de asco y nuestros ojos eran dos pozos negros de dolor y miseria, te reías desde el cielo escondido tras las nubes. Tu sucia luz de farolillo barato escupiéndonos la muerte al rostro, tus pálidas llamas soplándonos carámbanos de fuego en la nuca, tu mirada derritiéndonos los ojos. ¡Qué feliz eras! ¡Por fin te quitabas la plaga de encima! ¡Por fin, hermano de la muerte! ¡Sucio fisgón! ¡Apágate! ¡Apágate! ¡Apágate!

Oscuro. Pausa. Se oye a PERPETUO sollozando

Sólo una. Con sólo una habríamos podido… sólo una… Qué pronto nos cansamos. Oh. Nunca supimos… nunca nos molestamos en entender. Pero… en fin…

Oscuro, una linterna enfocada hacia el público. Tic, tac. Uno a uno. Todos

Poco a poco, el reloj pierde su arena.

Las manos que acariciaban

hoy destrozan.

Un día supe que iba a morir.

Un día supe que había matado.

La certeza,

pálida y serena certeza,

ha bañado mi rostro con fría desesperación.

Un día cerré mis manos,

y golpeé con furia

y grité de impotencia.

Un día, apagué todas mis lámparas

y hoy

aún lloro recordando

que tuve la ocasión de ser hombre.

1 comment:

Anonymous said...
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