Friday, September 19, 2008

La Jaula de cartón

Oscuro. Poco a poco va iluminándose la escena y percibimos una figura blanca justo en el centro, una especie de cabina de teléfonos, con paredes sólidas y una ventana que da al público. No hay nada más. Se oye desde el interior el traqueteo de una máquina de escribir. Se detiene el sonido.

VOZ DEL SEÑOR (Desde el interior de la cabina. Aún no vemos a nadie): ¡Alicia! ¡Alicia! (cantarín) ¡Aliiiiiiiicia! ¡Aliiiiiiiiiiicia!

VOZ DE ALICIA (entre cajas): ¿Me llama el señor?

VOZ DEL SEÑOR: O bien te llamo, o estoy componiendo una nueva ópera. ¿Qué opinas tú?

VOZ DE ALICIA: Que espero que me esté llamando, si es una ópera, no es muy buena.

VOZ DEL SEÑOR: Como de costumbre, me inclino ante tu agudeza, querida Alicia. (sin perder la amabilidad) ¿Quieres venir, no obstante, de una puta vez?

VOZ DE ALICIA: ¿No puede esperar? ¿A los anuncios?

VOZ DEL SEÑOR: No, no puedo.

VOZ DE ALICIA: Vale, ahora mismo voy.

(Aparece Alicia, entra en escena sólo un poco, sin acercarse a la cabina)

ALICIA: ¿Necesita algo?

VOZ DEL SEÑOR: ¿Algo nuevo en las noticias?

ALICIA: No sé… ¿Qué sería nuevo?

VOZ DEL SEÑOR: ¿Sube la bolsa? ¿Baja el petróleo? ¿Alguien que se salva milagrosamente de una muerte segura? ¿Alguien que muere milagrosamente contra todo pronóstico? ¡Algo nuevo!

ALICIA: Bueno… la bolsa baja, el petróleo ha subido un poco…

VOZ DEL SEÑOR: No me interesa.

ALICIA: … pero… hubo un atentado.

VOZ DEL SEÑOR: ¿Y cuándo no?

ALICIA: Ya, pero este es… (marcando la palabra) diferente.

SEÑOR (se levanta, mostrando su perfil por el ventanuco, ávido): ¿Diferente?

ALICIA: Sí. Eso creo.

SEÑOR: ¿Crees o estás segura?

ALICIA: No sé, yo no entiendo de esas cosas, pero si no quiere que se lo cuente…

SEÑOR: ¡No! Cuenta, por favor, Alicia. Sorpréndeme.

ALICIA: Pues… ha sido en Pakistán. Un suicida, con un explosivo.

SEÑOR: ¿Y?

ALICIA: Ha entrado en una escuela de musulmanes, donde enseñan el Corán.

SEÑOR: En una madrasa.

ALICIA: Sí, eso. Han muerto quince niños y dos maestros. Los heridos…

SEÑOR: Abrevia. ¿Dónde está la diferencia?

ALICIA: Los heridos…

SEÑOR: ¡La diferencia, Alicia! No me hables de heridos, no me hables de muertos. Quiero una diferencia, un matiz… ¡algo! Esta noticia te ha llamado la atención ¿verdad? Tiene algo nuevo ¿no? ¡Pues dime ya qué es, joder! No quiero escucharte hablando de muertos y heridos, ¡estoy harto de escuchar cifras! ¡Cifras, cifras, cifras…! ¡Venga!

ALICIA (se acerca un paso): ¡Un americano!

SEÑOR: ¿Qué?

ALICIA: El suicida. Al parecer era un estudiante americano.

SEÑOR: Muy bien. Detalles.

ALICIA: ¿Es una diferencia, señor?

SEÑOR: Detalles, Alicia, dame detalles.

ALICIA: Bien, aparte de los diecisiete muertos, hay venti…

SEÑOR: ¡Te he dicho detalles, no cifras!

ALICIA: Pero, señor…

SEÑOR: Sabes muy bien lo que quiero oír, así que no te andes con juegos. Ahora no. No con esto. Continúa.

ALICIA: Se suponía que era un estudiante de filosofía de la universidad de Yale, que iba a hacer un estudio sobre el Corán, (se acerca más) pero allí empezó a cantar el himno americano y luego…

SEÑOR: ¿Luego…?

ALICIA:(sigue acercándose) luego pronunció un discurso, enloquecido, ojo por ojo y todas esas cosas y… estalló. Las cámaras de vigilancia lo grabaron todo. (pausa) ¿Señor? (junto a la cabina, tocándola) ¿Lo he hecho bien?

SEÑOR: El círculo se cierra.

ALICIA: ¿Perdón?

SEÑOR: Se cierra ¿no te das cuenta? El círculo se cierra, ya ha empezado: nadie está a salvo, nunca más.

ALICIA: Era un loco, ya sabe…

SEÑOR: No, este no era un loco, al menos no un loco corriente. Era un loco con una filosofía, con un objetivo, con un ideal… a eso no se le llama locura, se le llama “iluminación”. ¿Y cómo pudo entrar? ¿Dónde consiguió los explosivos? Hay una organización detrás, una organización sólida ¿no te das cuenta? El terror por el terror, las religiones, la política… ya todo da igual, sólo queda la destrucción, el miedo, la espera…

ALICIA: (Acariciando la cabina) Tranquilo, señor, todo eso está muy lejos.

SEÑOR: ¿Lejos? ¡¿Lejos?! Nada está lejos, todo está aquí (señalando su cabeza), aquí mismo ¿no te das cuenta? No hace falta que nos peguen un tiro, que nos trituren los huesos, que nos incineren con plutonio, nos están matando desde dentro, desde dentro, Alicia, estamos encerrados, atrapados, sellados dentro de nuestras cabezas.

ALICIA: ¿Quiere hablar de encierros el señor?

SEÑOR: (Excitado) ¡Sí! Sí, quiero hablar de encierros, porque yo he visto la verdad, y tú lo sabes, he visto cómo nuestras orejas son cerraduras que se cierran con palabras, he visto cómo los párpados se cierran con el peso de las cifras para no ver nada más, he visto cómo la lengua se hincha de mentiras y nos cierra la boca, he visto el final y no quiero estar ahí fuera mientras ocurre.

ALICIA: Pero, cuando llegue el final, esta pequeña caja no le va a salvar. No es anti-balas… es de carton, señor. (Con intención, metiendo un dedo en la pared de la caja) El cartón se rompe.

SEÑOR: Alicia…

ALICIA: El cartón no detiene nada: no detiene una bala, no detiene un dedo, no detiene una mano…

SEÑOR: ¿Qué haces? No…

ALICIA: … y el final puede llegar hasta usted, puede tocarle igual que le tocan mis dedos… (el Señor gime, estático, mientras Alicia explora bajo sus pantalones) ¿Y usted no quiere que le toque? ¿No quiere que llegue el final? El final tan dulce, tan placentero… Toda esa tensión… tanta tensión… ¿no quiere aliviarla, señor?

SEÑOR: Sí…

ALICIA: Pues alíviela (saca la mano, baja sus bragas y se sube la falda, apoyándose de espaldas contra el agujero), no espere usted al final porque el final está aquí mismo, esperándolo a usted. ¿A qué espera?

El señor, encendido, penetra a Alicia a través del agujero; la embiste unas cuantas veces, haciendo temblar la caja, gimiendo y haciendo gemir. No dura mucho, ambos están muy excitados y el orgasmo es intenso, súbito y mutuo. Se quedan un rato inmóviles, jadeando, recuperando el aliento. Al poco, Alicia se retira y recompone su ropa. El señor apoya la cabeza contra el cristal de la caja. Pausa. Ninguno habla por un rato.

ALICIA: Carlos…

CARLOS: Dime.

ALICIA: ¿Cuándo vas a acabar con esto?

CARLOS: Nunca, ya lo sabes. (Pausa, Alicia no dice nada) ¿Quieres irte? (Alicia niega con la cabeza, pero Carlos no puede verlo) ¿Quieres irte, Alicia?

ALICIA: No, no.

CARLOS: ¿Entonces? Ya sabías desde el principio de qué iba esto, tú lo aceptaste…

ALICIA: Lo sé.

CARLOS: Te lo he explicado cientos de veces y…

ALICIA: ¡Lo sé! Lo sé, pero es difícil, aunque me lo expliques mil, diez mil, un millón de veces. A veces… no sé, a veces siento deseos de echar gasolina y quemarte dentro de esa puta caja y a veces pienso que me gustaría estar ahí dentro, contigo.

CARLOS: ¡No! ¡No puedes…!

ALICIA: ¡Lo sé, lo sé! Tendría que venir alguien más a cuidarnos a los dos, y luego habría más gente y… lo sé, Carlos… Perdona, no tendría que haber sacado el tema.

CARLOS: ¿Estás enfadada?

ALICIA: (Mintiendo) No. Bueno, te dejaré tranquilo un rato. ¿Necesitas algo?

CARLOS: No, por ahora nada… aún tengo bastantes folios, pero te llamaré en un rato para que me traigas el orinal.

ALCIA: El orinal. ¿No lo quieres ahora?

CARLOS: No, no… dentro de un rato, ya te llamo.

ALICIA: Vale. (Empieza a caminar)

CARLOS: ¡Alicia!

ALICIA: ¿Qué?

CARLOS: La noticia, ¡estupenda!

ALICIA: ¿Te ha gustado?

CARLOS: ¿Bromeas? Es genial, es de las mejores que te has inventado… ¿Viste todo lo que saqué a partir de ahí? Y la forma de llegar al encierro, y al final… el final que entra en la caja… Eres asombrosa.

ALICIA: Carlos… si llega un final sabes que esa caja no te librará de nada, lo sabes.

CARLOS: Mi querida Alicia, ya te lo he explicado, eso no me importa nada. La caja es un símbolo de libertad. Cuando llegue el final… llegará, pero al menos viviré feliz mientras no llegue. Estar aquí, aislado de toda la manipulación, de todo el miedo que nos meten, feliz en mi pecera. Ignorante. La ignorancia es felicidad, Alicia, siento que tú no puedas compartirla; siento que las noticias que tú escuchas no sean felices invenciones.

ALICIA: ¿Y cómo sabes que lo que yo oigo no se lo ha inventado también alguien, eh? ¡Tanto hablar de la manipulación! ¿No se supone que lo que me dicen en las noticias es mentira también? ¿Eh? ¿Cuál es la diferencia entonces? ¿me lo quieres explicar?

CARLOS: Tú sabes que algunas noticias son verdaderas, a pesar de todo… lo horrible es no saber cuáles… la incertidumbre, el terror de la incertidumbre. Tú no puedes entenderlo, pero tus noticias son una liberación, no tienen incertidumbre ¿lo entiendes? Es un cuento que yo juego a creerme, es un…

ALICIA: (le corta) ¿Y cómo sabes tú que me las invento? La de hoy podría ser perfectamente verdad; llevas dos años ahí metido y…

CARLOS: ¡No digas eso! ¡Cállate, zorra! ¡No te atrevas ni siquiera a insinuarlo!

ALICIA: ¡Ah! Ahora te enfadas ¿eh? ¿Pues sabes lo que te digo…?

CARLOS: ¡No! ¡Calla!

ALICIA: Que la de hoy era verdad ¿te enteras? ¡Verdad!

CARLOS: ¡No!

ALICIA: Robert Fisher, Ohio, 24 años.

CARLOS: ¡No!

ALICIA: Diecisiete muertos y veintidós heridos.

CARLOS: ¡Cállate, cállate!

ALICIA: ¡Ven y hazme callar! ¡Pirado! ¡Sal de tu puta caja y haz que me calle, cobarde! ¡Sal…!

Un disparo desde el interior de la caja, vemos cómo salta parte del cartón del lateral y Alicia se desploma. Pausa. Carlos llora, grita… se desahoga, en definitiva. Cuando se calma un poco, se agacha y desaparece de nuestra vista. Se oye cómo marca números con un móvil.

CARLOS: Eduard… Sí… ¡Sí, otra vez! Tienes que buscarme a alguien… ¡Sí ya lo sé!... Para tres días, cuatro si alargo un poco… sí, agua sí… vale… vale, sí… pero hay que limpiar… sí, vale. Gracias, Eduard… muchas… sí, va muy bien, ya casi tengo la segunda parte terminada… sí… ¡Ah, por cierto! Sólo… sólo una cosa, ¿ha habido hoy un atentado en Pakistán?... ¡Sí, ya sé, pero esto necesito saberlo!... Vale, ¿estás seguro?... Sí… sí, sí, muchas gracias, hasta esta noche. Adiós.

Oscuro. Carlos grita. Disparo.

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